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Naufragio de la fragata "North Star"
en cercanías de la Isla de los Estados

    "Comenzaron a pasar los días de aquel invierno inolvidable. Para romper la monotonía de la vida salíamos con el "Golondrina" a recorrer los puertos e islas próximas.

    "En la segunda jira recogimos a los náufragos de la fragata "North Star", que la noche anterior había encallado sobre una de las restingas centrales de las islas de Año Nuevo. Fué aquel un naufragio trágico. Venían confiados en situaciones de estima; sin astros visibles para su observación desde hacía varios días, se creían por lo menos a 60 millas del extremo nordeste de Los Estados, en plena mar libre. Cayó la noche; el capitán y los pilotos confiados en su derrota, se fueron a dormir. La "North Star", con todo su paño largo, navegaba a ocho millas, con mar tranquilo y viento fresco. De pronto, allá, a la medianoche, el oficial de guardia gritó: <<¡ Tierra por la proa!>>. El capitán saltó de la cama y subió a cubierta y, entre las sombras que lo rodeaban, oyó gritos despavoridos que decían, unos: <<¡ Tierra a babor!>>; otros: <<¡ Tierra a estribor!>>. Quiere maniobrar para detener la marcha, pero la fragata, como un corcel espantado, se niega a obedecer. El viento y la mar la arrastran; es imposible impedir que vaya a estrellarse sobre la costa. Se precipitan a cargar las velas y se largan las anclas, pero éstas no alcanzan fondo, porque sus cadenas se anudan entre los escobenes, y poco después la proa de la fragata montó sobre los arrecifes. En ese momento amanecía y el "Golondrina", por una feliz casualidad, estaba a la vista. Llegamos a tiempo, porque dos horas después la fragata había sido tragada por el mar. Cuando nos acercamos aún mostraba su redondeada popa y la curva que delineaba sus costados enchapados en cobre hasta la línea de flotación. Su roda, de esbelto corte, se sacudía sobre los arrecifes y sus mástiles, cruzados por vergas enormes con gran despliegue de velas, cimbraban, haciendo que sus perillas se acercaran unas a otras. De pronto cayó el mesana, con todas sus vergas y jarcias; los tripulantes huyeron hacia el castillete; grampas y cabillas saltaban por los aires; el palo mayor, sacudiéndose con la flexibilidad de una palmera azotada por el huracán, se tronchó a la altura de la cofa; toda la superestructura desunida amenazaba el derrumbe final. Se oyó luego un crujido y la cubierta principió a partirse y, al quebrantarse el casco, la popa, ahogada por las olas, se hundió en el abismo.

    "Gracias a los esfuerzos continuados recogimos a la gente, y, como la parte de proa aun no se había sumergido y allí estaba la bodega, pudimos contribuir a salvar gran cantidad de víveres; quesos, miel de caña, conservas, wisky y muchos trajes impermeables.

    "De auquella mañana recuerdo un incidente que quisiera contar con el colorido de la escena. Estábamos en el castillete de la fragata empeñados en el salvamento de los víveres; la mar rompía con furia, la proa de la "North Star" crujía entre las rompientes; por las aguas que nos rodeaban se veían flotar trozos de masteleros, muebles de camarotes, fajas de velámenes despedazados unidos aún a sus vergas, dando al conjunto el aspecto de un cuadro dantesco.

    "En aquellos momentos difíciles uno de los pilotos de la fragata cayó al mar, enredado entre los aparejos de la gata, y como quedara sostenido por éstos grité llamando a mis compañeros para que viniesen a ayudar a recoger los cabos que podían aún salvar al náufrago. Todos corrieron, menos uno, que venía subiendo por la escalera de la bodega, con un enorme queso circular casi grande como una rueda de auto, y que al ser interpelado por mí para que dejara su tesoro y corriese al salvamento le oí murmurar entre dientes: <<lo que es yo no largo el queso>>, anuncio que cumplió el desalmado, no abandonando su presa hasta arrojarla en el bote que garantizaba su conservación.

    "Al pobre piloto que se fué al agua un golpe de rompiente le deshizo el cráneo al chocar contra la amura, en el mismo momento en que habíamos conseguido sujetarlo por los pies y ya lo izábamos con muchas probabilidades de salvarlo.

    "Como el peligro crecía abandonamos todos la fragata, pero el castillete se enderezaba todavía sobre las rompientes. El oleaje lo sacudía, daba bandazos y sobrenadaba entre montones de espuma. Las jarcias rotas y desprendidas; los obenques se agitaban chicoteando; los cuadernales boyaban por los costados retenidos por sus calabrotes. Hasta que, al fin, la proa cayó y se hundió en el precipicio de esas aguas inquietas.

    "Rondando la catástrofe revoloteaban en bandadas desordenadas los petreles y las gaviotas con sus gritos roncos y burlones. El mar y sus olas entonaban su concierto de muerte cubriendo aquellos despojos que horas antes constituían el casco y el velámen de una hermosa fragata.

    "Todos sus tripulantes, menos uno, se habían salvado.
    ¿La Providencia y la fatalidad son acaso factores iguales pero de signos contrarios?

    "Poco después, con el trofeo de vidas salvadas disputadas a los abismos del mar y a sus oleajes, entraba el "Golondrina" a San Juan del Salvamento, yendo a ocupar su fondeadero en el interior del puerto.

    "El capitán de la "North Star" se volvió loco antes de pasar la primera semana. La suya fué una locura mansa, melancólica. Empleaba el día midiendo en el terreno el largo de su buque, sin articular palabra y siempre pensativo y a veces mirando a los cielos con protestas mudas.

    "Días después los náufragos fueron entregados al cónsul inglés en Punta Arenas."


    Estractado del libro "La Novela del Mar" (F38), del c.almte. Mariano F. Beascoechea,
Biblioteca del Suboficial, Buenos Aires, 1933.

NOTA: es posible consultar  lexico-a-e.html  y  lexico-f-z.html